Se conmemora hoy, el Plebiscito del 5 de Octubre de 1988 en que la ciudadanía rechazó la continuidad de la dictadura de Pinochet, desencadenándose una transición que culmina con la elección del primer gobierno democrático post dictadura y su inauguración el 11 de Marzo de 1990 El Plebiscito de 1988 inicia una nueva época en la política. Y la paradoja estriba en que se trataba de una salida no buscada por la oposición a éste sino definida por la Constitución de 1980 .impuesta por el dictador. Incapacitada la oposición de la época de generar una estrategia unitaria de término de la dictadura, tuvo que aceptar la ilegitimidad de la Constitución para transformar un mecanismo de continuidad de aquella, como era el plebiscito, en una instancia de cambio de régimen. Ello no hubiera sido posible sin, por un lado, la unidad de la oposición política, la propuesta de un horizonte de cambio de época y la vinculación con la demanda ciudadana y la movilización de la sociedad.
En las décadas siguientes, los gobiernos democráticos por un lado. consolidaron la democracia conquistada y corrigieron el modelo socio-económico heredado de la dictadura, mejoraron las condiciones de materiales de sectores populares y medios, pero, por otro, no superaron dicho modelo generando progresivamente un desencanto profundo en la población. A ello se agrega un estilo político elitista que la distanció de la ciudadanía y fue generando una creciente deslegitimación de todas las instituciones. El intento de transformación profunda tanto del modelo político, expresado en el esbozo de un proceso constituyente como del modelo económico social, esbozado por el gobierno Bachelet fue frustrado por una oposición radical de las fuerzas de derecha, pero también por descomposición del bloque de gobierno, fenómenos de corrupción que relacionaban los poderes económicos con el mundo político, las dificultades de liderazgo y, sobre todo, porque la clásica vinculación entre política institucional y sus actores principales, los partidos, se había convertido en una ruptura.
La mayor expresión del agotamiento de la época caracterizada, ya insinuada en las movilizaciones de 2011 y 2012, fue el estallido de Octubre de 2019. Esta vez las movilizaciones masivas de descontento y rechazo del modelo económico-social y político, no tuvieron un liderazgo ni de actores políticos ni de organizaciones sociales como había ocurrido en todas las anteriores. Era la revuelta o rebelión de un pueblo expresada en rabia y multiplicidad y diversidad de demandas. Y la paradoja esta vez fue que del mundo político institucional rechazado vino una solución posible a la crisis desatada y ella fue la instalación de un proceso que culminara en una nueva Constitución, lo que se ha denominado el proceso constituyente, el que se inicia, nuevamente, con un ´plebiscito a realizarse el 25 de Octubre.
Y este nuevo plebiscito, que revive en el país el imaginario del pueblo chileno de una dictadura derrotada por este mecanismo, adquiere carácter epocal en la medida que apunta a terminar institucionalmente con el orden social heredado de la dictadura y generar uno nuevo que responda a las transformaciones del mundo de hoy y a las demandas de la ciudadanía, también puede y debe ser el inicio de un proceso de recomposición de las relaciones entre política y sociedad. Y esto último es un desafío para ambos mundos, el político y el social, porque si un Plebiscito puede terminar con una dictadura y otro Plebiscito puede terminar con el modelo de organización social y abrir el camino a uno generado por estos mundos, lo que viene después de ese acto puede frustrar las esperanzas que se pusieron en él. Y por eso, en este caso, la masividad de la participación y de la fuerza del Apruebo y la Convención Constitucional el 26 de Octubre, y su necesaria continuidad en los procesos siguientes, son una condición indispensable para asegurar que Chile supere progresiva pero definitivamente el modelo de sociedad de las últimas décadas.